miércoles, 25 de noviembre de 2009

DANFOLCA: EL RITMO DE LA DANZA EN CAUCASIA



La música llena el lugar, el “guepa” de los bailarines anima a que quien los observe no se quede quieto y comience a moverse al compás de la tambora, la guacherna y los diferentes ritmos que baila el grupo de danzas de la casa de la cultura de Caucasia, Danfolca.

Danfolca es el acrónimo de Danzas Folclóricas de Caucasia, es un grupo formado por 20 jóvenes, hombres y mujeres entre los 14 y 27 años de edad, muchachos que se han comprometido con la danza y el proceso de formación artística a tal punto de estar de lunes a viernes de 7 a 10 de la noche en ensayos y los horarios se extienden a medida que se acerca algún evento o festival donde participaran.

Entre estos jóvenes resalta uno que inunda de risas el salón de baile, su nombre es José David Álvarez, un joven de 25 años, 8 de los cuales lleva en Danfolca y es uno de los más antiguos en pertenecer al grupo. Le gusta la danza, el bailar y como dice él “lo fashion”. Es ese momento de presentarse, los colorido trajes, el ritmo, el aplauso del público a lo que él llama “fashion”.

Al hablar de danzas, en José David se puede ver un movimiento gestual, de expresión y alegría que demuestra lo que dice “esto se lleva en la sangre, tú lo respiras, lo vives, es algo que no sé, me gusta”. Ríe y lo hace a carcajadas, mueve su cuerpo y auque ya no hay música sigue bailando. Le apasiona tanto la danza para calificarla a veces toca inventar las palabras, pero las palabras sobras cuando se tiene música y se baila.

José David trabaja como estilista a domicilio, su día transcurre normal en su trabajo y va de un lado para otro, hasta que sean las 7 de la noche y sabe que su compromiso es con la danza, su proceso de formación y sus amigos. “Hasta que algo me lo impida, estaré en Danfolca, que será ese algo, no lo sé, pero espero seguir por mucho tiempo en el grupo”, expresa José David

El inicio de Danfolca se remonta al mismo inicio de la casa de la cultura, cuando Selsa Julia Alvarado, una gestora cultural que en 1989 proyectó la casa de la cultura, siendo creada según el acuerdo municipal 015 del 28 de agosto de ese mismo año. La idea de Selsa Alvarado era contar con un espacio donde se pudieran reunir y enseñar a los habitantes de Caucasia las traiciones culturales y folclóricas propias de la región. La mejor manera que encontró para cumplir este cometido fue el de crear un grupo que se dedicara a promover las danzas y así cumplirían dos propósitos: el primero el ya expuesto, el otro, lograr la máxima que en un cuerpo sano habitará una mente sana.

Cuando se creó la casa de la cultura, la riqueza aurífera de la región esta en su cenit y las condiciones económicas ayudaron al fortalecimiento de la institución. Por las palabras de Alex Villegas, director actual del grupo de danzas, su deseo es adquirir la personería jurídica, paráis convertirse en fundación, condiciones que les brindaría cierta independencia de la casa de la cultura y así por lo que expresa Villegas, “podríamos gestionar nuestros proyectos, la financiación vendría directamente del Ministerio de Cultura. Estamos cortos de vestuarios y a pesar de que los muchachos no se quedan quietos y gestionen, a veces no es suficiente”.

Para muchos de estos jóvenes Danfolca se ha convertido en su casi único grupo de amigos, y otros llaman al grupo mi familia. Una familia que como en todas hay diferencia y peleas; pero que al final los une la danza, el amor por ella y el deseo de expresar con la música toda la fuerza de la juventud.

En 1989 el grupo de danzas llevaba el nombre de Danzas de Caucasia, hasta que en 1991 se institucionalizó el nombre Danfolca. Con ella desde el principio está Alex Villegas, el actual director. Otros han llegado y se han ido. “Danfolca se renueva constantemente, no en tanto que llegan nuevos, si no porque el gusto por el baile, por querer mostrar que Caucasia es una potencia en danza y buscar nuevos programas para presentar” explica Alex. Con esto, quedan reiteradas las múltiples participaciones y los premios que logran en los diferentes festivales de danzas.

En las últimas semanas los ensayos se han intensificado debido al festival subregional de danzas región Norte y Bajo Cauca, evento que se realizará el 7 de noviembre en Santa Rosa de Osos. La tensión aumenta a medida que se acerca un certamen, a igual que los regaños del profesor por las equivocaciones, como los que hacen entre compañeros terminan por estresarlos a todos.

Antes de salir del salón y al acabar las prácticas, los cuerpos sudados de todos se sientan formando un círculo en el que comentan los aciertos y fracasos del ensayo. A veces, por un momento la expresión de cansancio se asoma en sus rostros, pero con los chistes de José David se disipan y la alegría sale a relucir.

Al terminar los ensayos, a la salida, se reúne el combo de José David: Samantha, Alejandro, Steffany y Ricardo para terminar la jornada en casa de Ricardo, en el barrio Pueblo Nuevo. Al calor de una tertulia acompañada por empanadas y morcillas o chocolate y a veces hasta de un sencillo arroz con huevo.

LOS ENSAYO DE DANFOLCA: LA DANZA COMO CONFLUENCIA COMUNICATIVA



El día alcanza su fin. Con la llegada de la noche la Casa de la Cultura se convierte en el espacio de confluencia de la actuación, la música y el baile en su máxima expresión. En Danfolca se bailan ritmos de las diferentes regiones del país destacándose siempre los ritmos de la región Caribe y dejándose ver la influencia de la cercanía a la sabana; como también la gran influencia de la llamada cultura paisa.

Vueltas antioqueñas; y ninguno de ellos es del interior de Antioquia, garabato y no hay barranquilleros en el grupo, tango y no hay argentinos. La danza les permite también dejar corre por sus cuerpos un poco de la cultura de otros lugares. Por medio del baile además de conocer ritmos de otras partes pueden sentirlos con cada movimiento. En este sentido están de acuerdo todos en que la danza significa crecimiento personal o desarrollo humano. Estar en el grupo les da más sentido a sus vidas, cada ensayo significa conocer más de ellos y de los otros.

Además de los códigos propios de la danza como: proceso artístico, faldeo, limpieza, coreografía, expresión, tiempo, pasos… existen convenciones lingüísticas que tiene un sentido especial y particular a los que ellos le han dado su propio significado. Pero más allá del metalenguaje para referirse a los conceptos que son códigos de la danza, hay palabras que pueden tener una variedad de significados fuera del grupo ya sean aceptados o no por las academias. En Danfolca se establecen códigos para la comunicación conformadas por palabras nuevas, que se le dan significados nuevos.

Mientras bailan hay palabras que como el “guepa” que significa tres cosas: si se hace grupal indica un cambio en el paso; por el contrario cuando lo hace una persona solamente, es un sobresalir en el grupo, o se hace como una manera de representar la teatralidad de la danza. Lo que hacen es gritar fuerte diferentes palabras entre las que se incluyen las que sean nuevas y quieran introducir a su repertorio.

Los ensayos se convierten en el espacio donde confluye la construcción de nuevas palabras. Palabras como “guazamayeta”, “micifú”, “trixi”, entre otras hacen parte de extenso repertorio de palabras o “códigos” que manejan un pequeño grupo dentro del grupo de danzas, al cual José David Álvarez llama “el combito”. Ese mismo combo que disfruta en hablar todos los fines de semana en casa de Ricardo Racero, el “micifú” de José David, y donde se disfruta desde una empanada hasta una taza de chocolate.

Para Ricardo Racero: “guasamayeta es algo ordinario, feo, de baja calidad” explica. “Micifu: es un buen amigo, que se le tiene cariño, pero hay en el grupo que no les gusta que se les diga micifú, por que dicen ellos que no son gatos. Y la palabra amistad: es demasiado amigo. No le diríamos a todos amistad, solamente a José David, Estefany y por cierto a Alex que también esta ahí metido en el cuento”.

Con estas palabras no sólo se construyen frases o se dice por que sí, para ellos estas palabras pueden ser usadas para múltiples propósitos, desde la amistad, la burla o como dice Andrés Molina, la ironía “cuando uno está bailando y dicen “no que va” es irónicamente y a veces se dicen cosas irónicas y uno a ese tipo de cosas no le presta atención, yo personalmente no le presto atención a ninguna de lo que ellos dicen, ya hay personas que lo cogen como ofensa y eso, o lo cogen como mal dicho o me la están montando” o lo expresado por Elizabeht Rivera “hipocresía, lo único que me choca y siempre me ha chocado es la hipocresía y que uno sepa que aquí te están hablando de frente y al ratico están hablando sea de ti o de otra persona que tu consideras tus amigos, tus allegados o lo que sea eso choca y a mi siempre me ha chocado mucho la hipocresía”.

Es válido aclarar que no todos estos “códigos” son aceptados por los demás miembros de Danfolca. En algunas ocasiones sólo se apropian algunos que por lo general son los más cercanos al “combo”. O por tener una consolidada relación de amigos logran distinguirse en el grupo por su vocabulario. “Por lo menos las palabras, esa terminología que sacaron o que tiene Samantha, José David, Stefany no las conozco, trini trini (trixi), no sé qué significa. Micifú no sé a qué se refiere; por lo tanto no me relaciono en ese tipo de términos que utilizan ellos. Utilizo mis palabras normales y me relaciono con ellos normal. No me invento ni le agrego cosas a lo que voy a decir”. Explica Duberney Rangel, integrante del grupo desde hace 10 años y que ha visto como llegan y se van personas que como José David y su grupo conforman esos vocabularios.

Por lo general estos “códigos” se generan de alguna actividad o una circunstancia trascendental que para los miembros del grupo fue importante y marcó el momento. Ellos crean el código, le dan un significado para su contexto, lo internalizan y lo hacen parte de su cotidianidad. Usan una forma particular, darle un espacio en su contexto, para ello se valen del baile, las conversaciones en los descansos o también a la salida de las prácticas. “Trixi: es el nombre de una prima de José David, entonces, se quedo trixi y le decimos más que todo a las mujeres porque como es un nombre de una mujer le decimos más trixi a las mujeres y ya, ellas entienden que uno le dice por cariño trixi”.

Eso es Danfolca, un universo de gestos, movimientos, palabras y música que a partir de las interacciones genera convenciones que se convierten en códigos propios del grupo, que si bien pueden fomentar la recocha también pueden producir discordia. “Después de todo este grupo es una familia –aclara Alex Villegas, director del grupo – y ¿en que familia no hay discordias?”

LAS VUELTAS DE LA VIDA



El nombre de su novio lo lleva tatuado en el pie, el de la danza, el todo su cuerpo. Después de un agotador día de trabajo, para José David Álvarez es reconfortante encontrarse con sus amigos en la Casa de la Cultura y hacer lo que más le gusta: bailar.

Bailar en el diccionario de la academia de la lengua española se define como ejecutar movimientos acompasados con el cuerpo, brazos y pies; pero al ver a los muchachos del grupo Danfolca bailar, se sabe que la definición fría que da el diccionario es escasa para definir lo que ellos hacen.

Cada baile es teatro, disfraz, eso es Danfolca. En cada ensayo se puede ver en las mujeres faldas llenas de color que muestran la alegría de los bailes de la región Caribe, el movimiento de las caderas de las niñas muestran sensualidad, invitan a la lujuria y al erotismo, cada una de ellas mueve la falda con energía dejando entrever la fuerza de su baile.

Cada movimiento es una puesta en escena de folclor, alegría, teatralidad, exhibicionismo, “porque para ser buen bailarín hay que ser exhibicionista”. Dice Alex Villegas, cuando quiere explicar el comportamiento alegre de José David.

Entre todos aquellos bailes hay uno que llama la atención: las rondas antioqueñas. Una alegoría al cortejo, al sexo, al deseo del hombre en perseguir a la mujer, la escenificación de la pasión y el deseo del sexo. “Hay que hacerlo con morbo, el hombre siempre tiene que perseguir a la mujer y ella debe hacerse la difícil, pero es sólo eso, hacerse la dura, porque lo que ella desea es que el hombre se la lleve y goce con ella” explica Villegas.

En los varones se ve también la fuerza, el torso desnudo y sudoroso de ellos da muestra que la danza se lleva en la sangre, “corre por todo tu cuerpo, lo que sudas es vitalidad, es el deseo de dar más, dice Alejandro Osorio, y todo ese esfuerzo se ve recompensado con los aplausos del público, los premios, el disfrute”.

José David. “Dicen que la vida es un baile en el que siempre damos la vuelta, que vendrá para mí ahora no sé, lo único que sé es que mientras las vueltas sean aquí en el grupo yo voy a seguir, y lo haré bailando.

AÑORANZA



A orillas del río Caribona, un río de aguas argentinas y bordeado por las verdes montañas del sur del departamento de Bolívar; se levanta un pequeño pueblo con casa de bahareque y techos de palma, llamado Villa Uribe; donde la luz del sol se mezcla con la niebla que proviene de las montañas y donde el eco del canto de las aves se aligera para despertar a sus habitantes cada día por la mañana.

En este pueblo hace ya 86 años, nació un hombre de estatura alta, alto como las montañas de su pueblo; de vista nublada hoy por la vejez, pero que no necesitan ver mucho, pues la experiencia de los años le da para ver cosas que otros no ven. Sus cabellos son blancos como el color del algodón, vestigio de los años transitados por la vida, de piel morena como el color de la madera del árbol de coral; ese mismo árbol que le dio tanta dicha trabajar, cuando aprendió a calafatear canoas, y él enseñado por su padre, sabía que éste era el mejor para la fábrica de canoas, pues su hoja tiene dibujada la figura de ésta.

Con su trabajo consiguió sacar adelante a sus nueve hijos, pues trabajaba con esmero; y en compañía de su esposa los educó, tuvo la dicha de contar con ella para esta difícil labor; dicha que no gozó su padre; porque su esposa murió cuando este hombre era bebé.

No sabe leer ni escribir, porque nunca quiso aprender, pues el afán del dinero y las riquezas lo poseyó desde muy chico, así que cuando no fabricaba canoas, barequehaba en el río, extrayendo el oro de sus aguas; otras veces cortaba árboles y en balsas, con esa misma madera, viajaba en caravanas con otros hombres del caserío, que también iban en la casería de fortunas. Por 8 días bogaban por los ríos Caribona, Cauca y Magdalena hasta llegar a la ciudad de Barranquilla, para retornar por barco o carro hasta Magangue y de allí nuevamente a su querida Villa Uribe.

Pero de nada sirvió acumular tierras y dinero, porque cuando salio desplazado por la violencia que estaba acabando con la zona, le tocó por la guerra dejar todo atrás; amigos, parientes, bienes y lo que más le dolía dejar era las aguas cristalinas de su Caribona.

Desde hace siete años vive aquí en Caucasia, donde llegó para refugiarse; acá residían dos de sus hijas, en consideración de esto, se vino, trayendo consigo a uno de sus hijos y a su esposa, quien lo dejó hace cinco años, pues la muerte se la arrebató. Intentó regresar, pero los achaques de la vejez lo devolvieron, lo trajeron de nuevo para sufrir extrañando su tierra, añorando su Caribona.

Asimismo piensa en la situación de tensión que vive actualmente Colombia, y le evoca lo sucedido hace ya muchos años, cuando por culpa de la “chusma”, la policía conservadora incendió su pueblo; por esto, por la situación actual de su desplazamiento, es que no le gustan las guerras, para él las guerras son absurdas, le han quitado mucho.

Se siente hoy triste y cansado, pero orgulloso por ser de los pocos que llegan a vivir hasta esta edad, cuando son muchos los que, por culpa de las vicisitudes de la vida y los “trópicos” de la misma, no alcanzan estos años.

Hoy a pesar de vivir en este pueblo tan grande, más grande que el suyo; de vivir a orillas del río Cauca, un río más grande que el suyo; lo daría todo por volver a escuchar el susurro de la brisa, cuando juega con los árboles de las verdes montañas de su pequeña Villa Uribe; oír nuevamente el cantar filarmónico de los pajarillos y de las aves que se unían para despertarlo cada mañana; todo, todo lo daría Felipe Quintana Selsa, por ver y por sentir las frescas aguas… de su río Caribona.

lunes, 14 de septiembre de 2009

CAUCASIA, CIUDAD DEPORTIVA Y CULTURAL



La noche del domingo 13 de septiembre empezó al compás de las bandas músico-marciales y un sinnúmero de jóvenes que colmaron las calles de la ciudad. Caucasia se llena nuevamente de personas que llegan desde todas partes de las subregiones del Bajo Cauca y el Norte antioqueñas para participar del deporte más popular del mundo, el fútbol. Se estarán llevando a cabo en este municipio, desde el día 14 hasta el 19 de septiembre de este año, las eliminatorias zonales de fútbol en el certamen conocido como “Pony fútbol”.

Este año no es la primera vez que Caucasia es sede de eventos de tal magnitud. Primero fueron los juegos deportivos intercolegiados categoría A, los días 27 de julio al 1 de agosto, cinco días en los que la euforia por el deporte se despertó en la multitud de asistentes a los juegos. Pero más que la euforia por el deporte, atrás pareció quedar el miedo que reinaba por la ola de asesinatos que dominaba al pueblo, de nuevo las personas volvieron a salir de sus casas y aprovechar los espacios para la recreación y el deporte.

Nuevamente hoy, Caucasia se ve salir al estadio de fútbol o los domingos para la práctica de diferentes actividades deportivas en lo que se conoce como la “recrovía”. Según Jorge Mercado, director de la oficina municipal de deportes y uno de los abanderados de estas actividades “La recrovía es la concertación de diferentes actividades recreativas lideradas por diferentes entidades en el municipio, como la Policía Nacional, Confenalco, Oficina de juventud, Tránsito Municipal, Casa de la Cultura, entre otras; donde se puede practicar distintas modalidades deportivas y recreativas como: aeróbicos, rondas, patinaje, ciclismo…Está un local donde se toma la presión para mirar tu estado físico y así disfrutes mejor las actividades”. La “recrovía” inició desde el domingo 13 de septiembre e irá todos los domingos a partir de las 7 hasta las 9 a.m.

Con todo lo anterior, y dejando a un lado el gran tinte político que aprovecha el señor alcalde municipal, Jorge Iván Valencia, para pregonar que “en Caucasia todos valen” queriendo quedar perpetuado en la historia como el mejor alcalde que ha tenido esta población, sí se tiene algo claro: las personas han comenzado a dejar la desconfianza de salir por el miedo a presenciar algún homicidio, o algo así y aprovechar estos momentos para “tomarse un respiro en la semana, sacudirse la pereza, practicar deportes o simplemente caminar, aprovechando para que interactúes con otras personas y se den cuenta que en Caucasia no todo es muerte”, concluye Jorge Mercado.

Otra de estas actividades que están preparadas para cambiarle la imagen a la ciudad es: “vacaciones recreativas: ven a mi parque y noches de tertulia”, actividades que se llevaran a cabo desde el mes de octubre hasta diciembre.

Según Jhonys González, auxiliar administrativo de la Casa de la Cultura del municipio, “Ven a mi parque” consiste en ‘llevar toda la parte recreativa a los diferentes parques del municipio con juegos, danza, teatro y lectura. La casa de la cultura quiere mostrar otra propuesta de parque, un parque recreativo, lleno de diversión, fantasía, para que toda la comunidad esté activa en los temas de lectura y quiera más los espacios que son de todos y para todos’”.

“Simultáneamente a este programa, está “noches de tertulia”, explica Jhonys González, un programa con intérpretes de la música popular y romántica, cuenteros, escritores y poetas del municipio. Son lecturas al aire libre en diferentes barrios del municipio, para toda clase de público, destinado al intercambio de ideas”.

Con toda esta agenda de actividades deportivas y recreativas, los habitantes de Caucasia tendrán un motivo más para encontrarse en los diferentes espacios que les pertenecen y que hay que rescatarlos, vivirlos y aprovecharlos y no dejarse tomar del miedo que personas inescrupulosas han querido imponer.

domingo, 6 de septiembre de 2009

SOBRE EL RÍO


A un lado la ciudad, Caucasia, con sus luces, fragor de vehículos y música. Del otro, la noche. Sobre el cielo, en el horizonte, se dibuja la luna que se asoma tímida entre espesas nubes negras. Por debajo, frío y caudaloso, el río que divide estos dos mundos. Por el medio, el puente Carlos Lleras los une. Es al final del puente, en la cabecera oriental, en la penumbra, donde se puede ver a las parejas que llegan para encontrase, para llenarse de abrazos, de besos, de sexo.

En el puente y más allá, en la completa oscuridad, era común ver a una multitud de parejas que pululaban por toda la orilla de la carretera en busca de un sitio para satisfacer sus deseos de lujuria y pasión. Pero ahora no es así. Desde hace un año cuando dos “bandas emergentes de sicarios”, muchos de ellos excombatientes de los extintos grupos paramilitares, que por ahora se denominan “águilas negra” y “los paisas” llegaron a Caucasia peleando por un territorio donde se produce y comercializa cocaína la tranquilidad de su gente se perdió. Y como en toda pelea de este tipo, el de mafias, donde hay que acabar con el enemigo o con el amigo de mi enemigo porque ese también es mi enemigo se siembra la muerte por todas partes. La guerra trae consigo su secuela: el miedo.

Es miedo precisamente lo que se percibe en el puente Carlos Lleras con sus 1100 metros de longitud, donde antes decenas de parejas iban a entregarse amor, deportistas lo cruzaban una y otra vez, era el sitio predilecto de fumadores de marihuana y de uno que otro desdichado suicida. Las cosas han cambiado mucho: se desaparecieron los fumadores, pocos van a hacer deportes y no pasan de tres las parejas que llegan para tener un encuentro furtivo, besarse, abrazarse y seducirse. Policías lo cruzan una y otra vez para cuidarlo y cumplir la orden de la seguridad democrática, donde por estar allí eres sospechoso aun cuando las intesiones sean las de divertirte.

Las parejas que pasan el puente, tal vez lo hacen para ir hasta un motel que está del otro lado donde estarán más seguras. Las pocas que se quedan en las cabeceras comparten apenas escasos 15 a 20 minutos para saciar el voyeurismo de personas que ocupándose en mirarlas tomen como ejemplo sus actos de besarse, agarrarse de manos, de nuevamente besarse, tocarse las mejillas, hablar apoyados de las barandas del puente mientras miran el caudal turbio del río y besarse de nuevo, para escribir crónicas de periodismo.

Después de esos minutos se suben a una moto o la más osada de las parejas camina agarrada de manos por todo el puente dejando atrás la oscuridad, la luna de luz tenue, el río turbio y caudaloso que ha tragado muertos para internarse en la ciudad con sus luces, su fragor de vehículos y música.