El nombre de su novio lo lleva tatuado en el pie, el de la danza, el todo su cuerpo. Después de un agotador día de trabajo, para José David Álvarez es reconfortante encontrarse con sus amigos en la Casa de la Cultura y hacer lo que más le gusta: bailar.
Bailar en el diccionario de la academia de la lengua española se define como ejecutar movimientos acompasados con el cuerpo, brazos y pies; pero al ver a los muchachos del grupo Danfolca bailar, se sabe que la definición fría que da el diccionario es escasa para definir lo que ellos hacen.
Cada baile es teatro, disfraz, eso es Danfolca. En cada ensayo se puede ver en las mujeres faldas llenas de color que muestran la alegría de los bailes de la región Caribe, el movimiento de las caderas de las niñas muestran sensualidad, invitan a la lujuria y al erotismo, cada una de ellas mueve la falda con energía dejando entrever la fuerza de su baile.
Cada movimiento es una puesta en escena de folclor, alegría, teatralidad, exhibicionismo, “porque para ser buen bailarín hay que ser exhibicionista”. Dice Alex Villegas, cuando quiere explicar el comportamiento alegre de José David.
Entre todos aquellos bailes hay uno que llama la atención: las rondas antioqueñas. Una alegoría al cortejo, al sexo, al deseo del hombre en perseguir a la mujer, la escenificación de la pasión y el deseo del sexo. “Hay que hacerlo con morbo, el hombre siempre tiene que perseguir a la mujer y ella debe hacerse la difícil, pero es sólo eso, hacerse la dura, porque lo que ella desea es que el hombre se la lleve y goce con ella” explica Villegas.
En los varones se ve también la fuerza, el torso desnudo y sudoroso de ellos da muestra que la danza se lleva en la sangre, “corre por todo tu cuerpo, lo que sudas es vitalidad, es el deseo de dar más, dice Alejandro Osorio, y todo ese esfuerzo se ve recompensado con los aplausos del público, los premios, el disfrute”.
José David. “Dicen que la vida es un baile en el que siempre damos la vuelta, que vendrá para mí ahora no sé, lo único que sé es que mientras las vueltas sean aquí en el grupo yo voy a seguir, y lo haré bailando.
Bailar en el diccionario de la academia de la lengua española se define como ejecutar movimientos acompasados con el cuerpo, brazos y pies; pero al ver a los muchachos del grupo Danfolca bailar, se sabe que la definición fría que da el diccionario es escasa para definir lo que ellos hacen.
Cada baile es teatro, disfraz, eso es Danfolca. En cada ensayo se puede ver en las mujeres faldas llenas de color que muestran la alegría de los bailes de la región Caribe, el movimiento de las caderas de las niñas muestran sensualidad, invitan a la lujuria y al erotismo, cada una de ellas mueve la falda con energía dejando entrever la fuerza de su baile.
Cada movimiento es una puesta en escena de folclor, alegría, teatralidad, exhibicionismo, “porque para ser buen bailarín hay que ser exhibicionista”. Dice Alex Villegas, cuando quiere explicar el comportamiento alegre de José David.
Entre todos aquellos bailes hay uno que llama la atención: las rondas antioqueñas. Una alegoría al cortejo, al sexo, al deseo del hombre en perseguir a la mujer, la escenificación de la pasión y el deseo del sexo. “Hay que hacerlo con morbo, el hombre siempre tiene que perseguir a la mujer y ella debe hacerse la difícil, pero es sólo eso, hacerse la dura, porque lo que ella desea es que el hombre se la lleve y goce con ella” explica Villegas.
En los varones se ve también la fuerza, el torso desnudo y sudoroso de ellos da muestra que la danza se lleva en la sangre, “corre por todo tu cuerpo, lo que sudas es vitalidad, es el deseo de dar más, dice Alejandro Osorio, y todo ese esfuerzo se ve recompensado con los aplausos del público, los premios, el disfrute”.
José David. “Dicen que la vida es un baile en el que siempre damos la vuelta, que vendrá para mí ahora no sé, lo único que sé es que mientras las vueltas sean aquí en el grupo yo voy a seguir, y lo haré bailando.
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