lunes, 14 de septiembre de 2009

CAUCASIA, CIUDAD DEPORTIVA Y CULTURAL



La noche del domingo 13 de septiembre empezó al compás de las bandas músico-marciales y un sinnúmero de jóvenes que colmaron las calles de la ciudad. Caucasia se llena nuevamente de personas que llegan desde todas partes de las subregiones del Bajo Cauca y el Norte antioqueñas para participar del deporte más popular del mundo, el fútbol. Se estarán llevando a cabo en este municipio, desde el día 14 hasta el 19 de septiembre de este año, las eliminatorias zonales de fútbol en el certamen conocido como “Pony fútbol”.

Este año no es la primera vez que Caucasia es sede de eventos de tal magnitud. Primero fueron los juegos deportivos intercolegiados categoría A, los días 27 de julio al 1 de agosto, cinco días en los que la euforia por el deporte se despertó en la multitud de asistentes a los juegos. Pero más que la euforia por el deporte, atrás pareció quedar el miedo que reinaba por la ola de asesinatos que dominaba al pueblo, de nuevo las personas volvieron a salir de sus casas y aprovechar los espacios para la recreación y el deporte.

Nuevamente hoy, Caucasia se ve salir al estadio de fútbol o los domingos para la práctica de diferentes actividades deportivas en lo que se conoce como la “recrovía”. Según Jorge Mercado, director de la oficina municipal de deportes y uno de los abanderados de estas actividades “La recrovía es la concertación de diferentes actividades recreativas lideradas por diferentes entidades en el municipio, como la Policía Nacional, Confenalco, Oficina de juventud, Tránsito Municipal, Casa de la Cultura, entre otras; donde se puede practicar distintas modalidades deportivas y recreativas como: aeróbicos, rondas, patinaje, ciclismo…Está un local donde se toma la presión para mirar tu estado físico y así disfrutes mejor las actividades”. La “recrovía” inició desde el domingo 13 de septiembre e irá todos los domingos a partir de las 7 hasta las 9 a.m.

Con todo lo anterior, y dejando a un lado el gran tinte político que aprovecha el señor alcalde municipal, Jorge Iván Valencia, para pregonar que “en Caucasia todos valen” queriendo quedar perpetuado en la historia como el mejor alcalde que ha tenido esta población, sí se tiene algo claro: las personas han comenzado a dejar la desconfianza de salir por el miedo a presenciar algún homicidio, o algo así y aprovechar estos momentos para “tomarse un respiro en la semana, sacudirse la pereza, practicar deportes o simplemente caminar, aprovechando para que interactúes con otras personas y se den cuenta que en Caucasia no todo es muerte”, concluye Jorge Mercado.

Otra de estas actividades que están preparadas para cambiarle la imagen a la ciudad es: “vacaciones recreativas: ven a mi parque y noches de tertulia”, actividades que se llevaran a cabo desde el mes de octubre hasta diciembre.

Según Jhonys González, auxiliar administrativo de la Casa de la Cultura del municipio, “Ven a mi parque” consiste en ‘llevar toda la parte recreativa a los diferentes parques del municipio con juegos, danza, teatro y lectura. La casa de la cultura quiere mostrar otra propuesta de parque, un parque recreativo, lleno de diversión, fantasía, para que toda la comunidad esté activa en los temas de lectura y quiera más los espacios que son de todos y para todos’”.

“Simultáneamente a este programa, está “noches de tertulia”, explica Jhonys González, un programa con intérpretes de la música popular y romántica, cuenteros, escritores y poetas del municipio. Son lecturas al aire libre en diferentes barrios del municipio, para toda clase de público, destinado al intercambio de ideas”.

Con toda esta agenda de actividades deportivas y recreativas, los habitantes de Caucasia tendrán un motivo más para encontrarse en los diferentes espacios que les pertenecen y que hay que rescatarlos, vivirlos y aprovecharlos y no dejarse tomar del miedo que personas inescrupulosas han querido imponer.

domingo, 6 de septiembre de 2009

SOBRE EL RÍO


A un lado la ciudad, Caucasia, con sus luces, fragor de vehículos y música. Del otro, la noche. Sobre el cielo, en el horizonte, se dibuja la luna que se asoma tímida entre espesas nubes negras. Por debajo, frío y caudaloso, el río que divide estos dos mundos. Por el medio, el puente Carlos Lleras los une. Es al final del puente, en la cabecera oriental, en la penumbra, donde se puede ver a las parejas que llegan para encontrase, para llenarse de abrazos, de besos, de sexo.

En el puente y más allá, en la completa oscuridad, era común ver a una multitud de parejas que pululaban por toda la orilla de la carretera en busca de un sitio para satisfacer sus deseos de lujuria y pasión. Pero ahora no es así. Desde hace un año cuando dos “bandas emergentes de sicarios”, muchos de ellos excombatientes de los extintos grupos paramilitares, que por ahora se denominan “águilas negra” y “los paisas” llegaron a Caucasia peleando por un territorio donde se produce y comercializa cocaína la tranquilidad de su gente se perdió. Y como en toda pelea de este tipo, el de mafias, donde hay que acabar con el enemigo o con el amigo de mi enemigo porque ese también es mi enemigo se siembra la muerte por todas partes. La guerra trae consigo su secuela: el miedo.

Es miedo precisamente lo que se percibe en el puente Carlos Lleras con sus 1100 metros de longitud, donde antes decenas de parejas iban a entregarse amor, deportistas lo cruzaban una y otra vez, era el sitio predilecto de fumadores de marihuana y de uno que otro desdichado suicida. Las cosas han cambiado mucho: se desaparecieron los fumadores, pocos van a hacer deportes y no pasan de tres las parejas que llegan para tener un encuentro furtivo, besarse, abrazarse y seducirse. Policías lo cruzan una y otra vez para cuidarlo y cumplir la orden de la seguridad democrática, donde por estar allí eres sospechoso aun cuando las intesiones sean las de divertirte.

Las parejas que pasan el puente, tal vez lo hacen para ir hasta un motel que está del otro lado donde estarán más seguras. Las pocas que se quedan en las cabeceras comparten apenas escasos 15 a 20 minutos para saciar el voyeurismo de personas que ocupándose en mirarlas tomen como ejemplo sus actos de besarse, agarrarse de manos, de nuevamente besarse, tocarse las mejillas, hablar apoyados de las barandas del puente mientras miran el caudal turbio del río y besarse de nuevo, para escribir crónicas de periodismo.

Después de esos minutos se suben a una moto o la más osada de las parejas camina agarrada de manos por todo el puente dejando atrás la oscuridad, la luna de luz tenue, el río turbio y caudaloso que ha tragado muertos para internarse en la ciudad con sus luces, su fragor de vehículos y música.